Paremos todos los relojes y quedemonos hasta el infinito.

Paremos todos los relojes y quedemonos hasta el infinito.
Olvidemos lo que se espera de nosotros y hagamos caso a lo que sentimos.

jueves, 3 de mayo de 2012

5728;


Aún tengo el perfume dulce y salado de aquella nublada tarde de abril. Llovía, llovía mucho, y la lluvia se mezclaba entre los besos y las caricias. Escuché tu voz en mi oído. Y de nuevo, esa manía tuya de decirme te quiero a la cara. Suave, lento. Exactamente como a mí me volvía absolutamente loca. Te chocaste justo en el centímetro número tres de mis labios, y ahí, justo ahí, supe que te quería como nunca antes lo había hecho. Acariciaste cada sinfonía de mi cuerpo como un tesoro, algo tuyo que jamás querrías perder. Te perdiste en mi pelo exactamente treinta y cuatro veces, y a la número treinta y dos, te escuché reír. Y justo en ese instante volví a perderme en el mundo. En mi propio laberinto, ese laberinto el cual lleva tatuado tu nombre. Me mordiste justamente en la esquina número diez de mi cuello, ahí donde parece que todo es mágico. Y sucumbiste de repente todo nuestro amor. Nuestra canción sonaba al ritmo de nuestros corazones, de nuestros latidos. Justamente ahí, saltó una chispita de amor. Algo que me hizo recordar que no hay mejor tacto que tu piel contra la mía. Que no hay mejor aroma que el sabor de tus besos, y que no hay mejor comida que tus labios. Quisiste quererme un poco más, sólo un poco más. Y me besaste, me abrazaste y me dijiste que me amabas mirándome a los ojos. Y exactamente ahí, en ese mismo instante, conocí al hombre de mis sueños; ahí estabas tú, delante de mí, susurrándome un "piérdete conmigo ahora", diciéndome con la mirada lo que las palabras no entienden, enredando sin piedad tus dedos entre los míos, prometiéndome un "para siempre". Y sólo ahí, cariño mío, sólo en ese momento, te dije: "para siempre es poco tiempo. Mejor quédate conmigo para toda la eternidad."